"Cuando la España cristiana medieval atravesaba un periodo de oscurantismo en el que ni siquiera se planteaba ningún tipo de higiene y mucho menos personal, la Córdoba musulmana contaba con más de seiscientos baños árabes públicos, herederos de las termas romanas.
Lugar de descanso, de reunión social y política, en ciertas regiones el hammam constituye, especialmente para las mujeres,
una de sus distracciones favoritas y todo un ritual generador de belleza y sensualidad,
al tiempo lugar donde mejor se desvanece cualquier desigualdad de índole social."


3.4.08

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pero, ¿qué es eso del GÉNERO?





(Yolluztli Ruiz, Signals Queer) Acuñado a principios de los años setenta, en el contexto estadounidense, se trata de un concepto que facilitó a las mujeres separarse del discurso de que la verdad de la persona estribaba en su anatomía, en su sexo biológico.

Con el tiempo y especialmente tras el impacto de las teorías de
Michel Foucault sobre la sexualidad, de los feminismos construccionistas y de la teoría queer, se afirma que no existe ninguna verdad y/o autenticidad absoluta en el individuo. Y que desde luego las personas no nacen hombres y mujeres, sino que se convierten en tales en el proceso de aprendizaje y de socialización, de lo que se infiere que la genética y la anatomía son realidades que no suponen un destino indefectible, ya que pueden sufrir modificaciones y cambios.

Joan W. Scott definió el género como un “elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las diferencias percibidas entre los sexos”. Diferencias que no son naturales, si no que obedecen a construcciones y paradigmas sociales; de ahí que sea importante establecer una línea divisoria entre género y sexo. Este segundo término, tiene sus raíces en la biología y divide a la especie humana, en función de los genitales, en varones y mujeres. En cambio, género se usa para referirse al conjunto de valores, roles, comportamientos, actitudes y expectativas que cada cultura diseña y elabora, adjudicándolos a varones y mujeres en función de haber nacido con un sexo u otro.

De lo anterior se deduce la elaboración, a lo largo de los tiempos, de la feminidad y de la masculinidad como géneros antitéticos que no deben mezclarse. Así, a la primera se le asocian conceptos como los de dulzura, emoción, sentimiento, pasividad, entre un largo etcétera, y a la masculinidad, los de autoridad, disciplina, control, razón y demás.

Es sabido que esta retahíla de valores no es neutral ni inocente, sino que se ha edificado mediante un sinfín de presiones y constreñimientos sociales, culturales, religiosos, médicos, entre otros, con los que se trata de impedir los que sí tiene lugar en la realidad más a menudo de los que la ortodoxia y la moralidad hegemónicas quisieran reconocer; es decir, que hay mujeres cuyo comportamiento y conductas podrían entrar de lleno en la definición convencional de masculinidad, y varones que se sienten más cómodos con los roles vinculados a la feminidad. Y también existe la variante en que valores y expresiones de ambas categorías confluyen en un mismo sujeto.

Las combinaciones son muchas y muy diversas a pesar de la estricta regulación del proceso de socialización con que se adoctrina a los niños y niñas en todas y cada una de las esferas de la vida, desde la familia y la escuela hasta los medios de comunicación.


Por otro lado, está también el concepto de sexualidad, que se viene empleando para referirse a un conjunto de prácticas, a unas orientaciones (heterosexual, bisexual, homosexual), a unas formas de deseo y al sugerente territorio de las fantasías sexuales.


Y huelga decir en el orden establecido actual, trátese de países occidentales o de otros, impera el heteroxesismo, vocablo acuñado por Adrienne Rich.
Por dicho término, que a algunos desazona y enoja por sentirse aludidos, se entiende lo que es la evidencia misma: la conversión de la heterosexualidad en una orientación que excluye a las demás.

El culto y entronización alcanzados por la heterosexualidad es una obviedad dado su carácter omnipresente y apabullante. Únicamente las reivindicaciones de lesbianas y gays, al menos desde 1969, han permitido la creación de pequeños espacios en los que poder discrepar de la norma heterosexista.


En ese sentido, la aparición del pensamiento queer, hecho que tiene lugar a finales de los años ochenta, ha posibilitado también la crítica a las identidades fijas y un mayor acercamiento entre heterosexuales de ambos sexos, que difieren de lo establecido, y gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgénero.

(Este documento fue extraido del libro: Arte y cuestiones de género de Vicente Aliaga, perteneciente a la colección Arte hoy. Ed. Nerea.)





2 comentarios:

Cruzher dijo...

Para un desarrollo más amplio de este término "heterocentrismo", acuñado por Adranne Rich, que aquí el autor, a quien cita mi amiga Yolliz, llama heterosexismo; Ver el ensayo: Rich, Adrianne, "La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana" en: Sexualidad, género y roles sexuales. Marisa Navarro/ Catherine R. Stimpson (Comps.). FCE Argentina. 1999. ¡Perrisimo ensayo!

Minarg dijo...

gracias, cruzher!
y a ver, Mx, explícanos: perrísimo y padrísimo tienen el mismo sentido? existe allá algo así como madrísima?
-:)

beso


"La cultura es mucho más rica cuando más mezclada está; los países mestizos tienen ventajas sobre los más homogéneos porque es la diversidad la que nos enriquece. La cultura no puede ser única ni cerrada, pues hay una polinización que ha venido del lejano Oriente, al Oriente próximo, y de ahí a Occidente. La literatura, por ejemplo, se mueve por las autopistas del viento."
(Juan Goytisolo, Barcelona)