RISA DE AMAZONAS
La autora de "Aquí pasa algo raro",
"La insensata geometría del amor" y "Detectives BAM"
se obsesiona con minorías que, de tan raras,
casi no existen para la literatura androcéntrica.
La autora de "Aquí pasa algo raro",
"La insensata geometría del amor" y "Detectives BAM"
se obsesiona con minorías que, de tan raras,
casi no existen para la literatura androcéntrica.
(Eve Gil, La trenza de Sor Juana) María se ha construido a pulso una vida bella. Diana no tuvo esa oportunidad: ha terminado en un manicomio. María es la protagonista narradora de La insensata geometría del amor (Plaza & Janés, Jet Debolsillo, Barcelona, 2002).
Diana es apenas personaje incidental de la citada novela, pero es también la perfecta antitesis de María, a la que sin duda se hubiera parecido Diana de haber nacido en un medio menos represor: “Silvia la visita religiosamente (a Diana) cada quince días, adorna en una rosa fresca una botella de agua de Vichy que ejerce de florero, la coge de las manos durante una hora, le dice “te quiero, bonita mía” y se marcha con el alma estrujada, aunque tenazmente convencida de que en cualquier momento Diana volverá a ser la que era.” (p. 163).
María se ama y se respeta y no se cambiaría por nadie, ni siquiera por el tal Carlos que pareciera tener exclusividad sobre la hermosa Eva. Muy al contario de Diana y de Pepa, protagonista de Detectives BAM (Ellas Editorial, Col. Ellas teatro, Barcelona, 2005), que aunque no resulta ser el varoncito que anhela su padre le es impuesto el nombre “José Luis”, María tiene maravillosos padres que no es que la acepten como es, sino que la quieren por ser quien es… y tampoco la cambiarían por otra. María, entonces, se ha propuesto ser María, del mismo modo que Pepa se instituye Pepa dentro del implacable Mundo-Del-Qué-Dirán, ese que, dice María, practica con pericia el arte de la simulación… mismo que convirtió a Diana en deshecho para una clase de anatomía, que invoca ángeles guardianes para “enderezar” niñas torcidas e idea casas de subasta de carne para lesbianas de closet de la high society, como en Aquí pasa algo raro. El mismo, también, que arroja al abismo desestimadas hijas de jeques árabes que terminan capitaneando bandas mafiosas, como la sorprendente Fetia, de Aquí pasa algo raro, quinceañera maestra del crimen y llorosa fan de Britney Spears, quien, como Pepa “(…) soñaba con ser pirata y luchar como los hombres esquilmando preciosos tesoros.” María, por ejemplo, ni se inmuta cuando en plena Venecia, al ser rodazos sus labios por los de la fragante Eva, envuelta en First, desencadena la iracundia de un transeúnte que a su paso brama: ¡Lesbicaccie!
Tortilleras, traduce Gioconda María a su anonadada amiga, esa palabra que tan bella luce por escrito: bollos, coookies… ¡Uf, pudiéramos cubrir la página!, ¿verdad, Susana?
Nacida en La Plata, Argentina, el 18 de octubre de 1944, Susana Guzner, autora de las obras arriba citadas, afirma que escribir se le da tan natural como ser rubia de ojos pardos. Aunque sonríe siempre y sus ojos chispean con una suerte de misericordiosa ironía, algo en su pasado ensombrece de pronto su radiante faz: “En 1976 tuve que exiliarme en España perseguida por la Triple A, el escuadrón de la muerte creado por la ex presidenta Isabel Perón que daría inicio al mayor genocidio argentino del siglo XX. Asesinaron a mi única hermana y yo me salvé de milagro. Desde entonces he vivido en Madrid y Las Palmas (Canarias) y actualmente voy y vengo de allí a mi país. ¿Argentina o española? Algo así como “argeñola”, en tanto he pasado una mitad de mi vida en cada nación.” Agrega Susana que siente un profundo amor por España, la patria que la cobijó cuando no tenía donde ir, amor que hace patente en sus novelas, particularmente en la más reciente, Aquí pasa algo raro, que además de ser un thriller delirantemente divertido, es también un recorrido turístico por Las Palmas.
Pero mucho antes de que Isabelita Perón pusiera precio a la rubia cabeza de aquella muchacha, Susana, como Pepa, desairó al Hada Campanilla que le ofreció llevarla a “un país donde las niñas forjan collares de pétalos y bordan bellos tapices”, y se vivió, como casi todas las niñas inquietas, en la piel de Jo March, la inolvidable heroína de Mujercitas: “En cuanto aprendí a combinar oraciones comencé a escribir cosillas –confiesa, retornando con la mirada a su infancia feliz-. Mi primera creación a los cinco años fue un poema, Mi gatito. Eran cuatro versos que emanaban un acaramelado cariño por un minino…que jamás tuve cerca, porque hasta hace relativamente poco detestaba a los gatos. ¡Un caso de ficción en estado puro! A partir de esa fulgurante irrupción en la mentira escribía cuanto se me pasaba por la cabeza con un desparpajo que ya me gustaría seguir manteniendo. Relatos de uno o dos folios, cartas a mis compañeritas de colegio, mi diario, mucha poesía y hasta un paso teatral descaradamente plagiado de Jo March, mi adorada heroína de Mujercitas.”
Respecto a su faceta como guionista de TV y dramaturga, que antecede (y complementa) a la de novelista, cuenta Susana que estrenó su primera obra en el patio de su casa, el día de la celebración de su décimo cumpleaños. Claro, ella era autora, directora de escena, escenógrafa, modista, coreógrafa y actriz, junto con tres amigas que apoyaban en la actuación. “Lo que la Alcott narra de esa función de espadachines es bien poco, o sea que, digamos, yo la completé a mi aire. Como también pretendí elaborar un diccionario un par de años después mediante una técnica bastante…rudimentaria, digamos: consultaba el Larousse y copiaba las definiciones en mi cuaderno. Dejo constancia de que son los dos únicos plagios que he perpetrado, y lo recalco porque parecen estar a la orden del día..."
La escritura, para Susana, es militancia en sí misma mas no vehículo de adoctrinamiento. Al escribir como lesbiana, no pretende ni quiere ser encasillada en “escritora lesbiana” sino legitimar una diferencia de tal suerte que su lector o lectora cobre consciencia de que su propia diferencia, que sin duda la tiene, cualesquiera que esta sea y los integra a alguna minoría. Y todos somos, en esencia, minoría. Su literatura está compuesta por personajes “diferentes”, no necesariamente homosexuales, también heterosexuales raros como Gara, la audaz periodista rubia, o el encantador castrado que busca venganza de Aquí pasa algo raro. Susana es graduada en Magisterio y Psicología Clínica lo que pudiera explicar la asombrosa penetración psicológica tanto de su prosa como en la construcción de sus personajes. Penetra la psique de sus personajes como cuchillo en mantequilla, en especial “(…) cuando se trata del amor, la patología peor estudiada”, diría María; o como cuando Aurora está“(…) aprendiendo el lenguaje del amor a trompicones”, en Aquí pasa algo raro. Los personajes de Susana, como en la vida cotidiana, se crean y recrean en el amor, a partir del amor, sufren transformaciones generalmente positivas, como Aurora de Aquí pasa algo raro, cuyo encuentro con Dione representa un reencuentro consigo misma, con la verdadera Aurora.
La insensata geometría del amor es, valga la redundancia, una historia de amor. A secas. Bueno, sí, una historia de amor entre mujeres, pero mucho más que eso también, y mucho-mucho más que una “novela erótica”: la historia de amor entre una lesbiana y una heterosexual. Eva, al menos, jura pertenecer a la abrumadora mayoría. Tiene en su habitación el afiche de un negro membrudo que horroriza a María (y hubiera horrorizado, presiento, a cualquiera a quien ofenda la burda representación de la masculinidad). Sus comentarios son típicos de estos casos: “Respeto tu preferencia… tu identidad…pero…” Eva, claro, es hermosísima. María se ha quedado prendada de ella en la salita de un aeropuerto. María es empedernida amante de la belleza, como buena hipersensible: “De adolescente –explica María- había acuñado un aforismo que entonces me parecía francamente ingenioso: “Soy de las que ama la belleza con un amor sin esperanzas.” Era mi manera de defenderme antes de que alguien me llamara “fea”. La misma palabra me parecía fea. Sólo tres letras pero de una crueldad punzante, con esa efe al inicio, como un esputo contundente.” (p. 77).
Volviendo a la salita del aeropuerto… una amenaza de bomba aplaza el vuelo que las entonces desconocidas abordarían y coinciden en el autobús que las acarrea al hotel donde habrán de aguardar instrucciones. Hasta cierto punto no debiera sorprendernos que Eva propicie un acercamiento con María. No son demasiado distintas: son jóvenes, atractivas, vitales y de gran personalidad. Eva trabaja en una galería de arte moderno; María es traductora del italiano. Esta, sin embargo, carga a cuestas una prolongada viudez pues su última pareja, una concertista, ha muerto de cáncer. La melancolía la hace, sin duda, más atractiva y misteriosa. Eva subraya en todo momento su heterosexualidad y manifiesta una curiosidad próxima al morbo por el lesbianismo de María: ¿será por curiosidad que Eva termina seduciendo a María, y no a la inversa? Pero el amor está allí, y eso es lo más extraordinario, que se palpa, se advierte, salta entre líneas, aunque pudiera pensarse que solo a través de la percepción de María: ahí está: “Eva despertaba en mí sensaciones ancestrales, atávicas y bastante turbulentas. Alimentarla por ejemplo. Me procuraba un intenso placer que saboreara mi comida, más aún, yo me encarnaba en los trozos que llevaba a su boca, y al comerlos me metía dentro de ella como una nutria en una madriguera ajena.” (p. 229).
Al contario de María, Aurora, una de las protagonistas de Aquí pasa algo raro, donde prácticamente todos los personajes femeninos son, en mayor o menor grado, heroínas, es una ejecutiva que recién se ha descubierto lesbiana, aunque antes de enamorarse de una joven brasileña se ha preguntado por qué no se siente en lo absoluto atraída por los varones. Se ha visto obligada, como María, a fingir que sí, manifestando ambas una experiencia idéntica que, pudiera asumirse, lo fue también de su creadora: “Siendo veinteañera sus amigas se echaban novios, se casaban, separaban, reconciliaban y parían, pero Aurora había permanecido al margen de esos trajines. Durante una época se adjudicó falsos novios dibujando corazones en sus carpetas- Aurora y Javier, Aurora y Pedro- e inventando anécdotas, meras parodias para no sentirse la oveja negra del rebaño.”
Respecto a los rasgos autobiográficos, apunta Susana: “¿Por qué a las escritoras se nos pregunta indefectiblemente si nuestra obra es autobiográfica? A los escritores no, se da por sentado que poseen - quizás por ciencia infusa - un potente e inagotable manantial creativo que les permite crear historias de la nada. Por el contrario, pareciera que las mujeres somos incapaces de transitar libremente la fantasía sin apelar a vivencias personales, lo cual es otra de las tantas desvalorizaciones que padecemos. Es un despropósito, pero en el imaginario heteromachista continúa vigente la máxima de Platón: la mujer es un hombre incompleto puesto que carece de cerebro para idear.”
Toda historia de amor es, en cierto modo, una historia de búsqueda de reconocimiento, y por ende, de encuentro con el dolor. Al escabullírsele a Diana el espíritu del cuerpo y morir en vida mucho antes de su desaparición física, Silvia, su amante, se pierde a sí misma. Pierde a Silvia. Susana radiografía en forma magistral la naturaleza del amor, indaga en la magia del primer espontáneo abrazo que crea, visualmente incluso, la armonía perfecta. Aunque en talante muy distinto, Detectives BAM aborda esa misma búsqueda, encarnada en la figura materna. BAM, por cierto, significa Busco a Mamá, y Pepa, detective, se dedica a buscar madres ajenas sin imaginar que terminará encontrando a la propia. A través de esta divertida sátira, Susana vuelve a invitarnos a penetrar en el mundo de la diferencia, el que corre paralelo al de qué-Dirán, no así en La insensata… donde la normatividad se impone a la relación entre Eva y María. Esta se percatará de pronto de su semejanza con Alicia, su amiga heterosexual que vive inmersa en una relación co-dependiente con un esposo acomplejado de sus logros profesionales. Descubre horrorizada que Eva juega un papel machista en la relación: “Yo sentía que para Eva hacer el amor era como un simulacro de combate, que no admitía sino un triunfo entre dos mujeres que se aman, y donde el espíritu tenía mucho que decir y aprender. Su empeño belicoso lograba que más de una vez yo tuviera la impresión de estar copulando con un hombre al cual debía alabarle su pericia o consolar sus fallas mecánicas (…)” (p. 223).
Más adelante, María reprocha a Eva: “El orgasmo es un matiz, una esfumatura de las muchas que tiene el amor, no una meta olímpica (…)”
En Aquí pasa algo raro, Aurora encara a una señora que “se estaba comportando como un hombre acosador, (…) entre las mujeres la seducción funcionaba bajo otras coordenadas (…)” La norma machista/ heterosexual puede contaminar las relaciones homosexuales que, por naturaleza, y como bien dice Aurora, funcionan bajo otras premisas harto distintas, dice Susana: “Pero aún así la ideología en el Poder se aferra a sus clasificaciones decimonónicas: la literatura es “per se” masculina y heterosexual aunque no se admita abiertamente, todo “lo demás” va a parar a un dislocado cajón de sastre. Las librerías también participan de la confusión a la hora de ordenar sus estanterías. La insensata geometría del amor, por ejemplo, suele ubicarse en Literatura Erótica (que no en Narrativa), al igual que Punto y aparte y Detectives BAM (pese a ser una obra teatral), y Aquí pasa algo raro se halla en Novela Negra y Suspense, algo lógico porque en efecto se identifica con ese género literario.”
Susana cuestiona y exhibe esos, llamémosle, malentendidos, en su literatura. Eva, por ejemplo, supone que la mejor manera de asumirse heterosexual es honrando al falo. Al personaje vengador de Aquí pasa algo raro le basta mariconear un poco para no que no quede lugar a dudas de su homosexualidad y el mafioso por cuya cabeza va, monta un fructífero negocito de prostitución mujer contra mujer bajo las condiciones prototípicas de la venta de carne para varones, y lo más triste es que ¡tiene éxito! La historia transcurre, por otra parte, en medio de una serie de incidentes y gags televisivos, dentro y fuera de la pantalla. La gente en la calle aguarda la aparición de la cámara oculta en cualquier momento. Y si bien Susana narra esta historia de confusiones entre “buenos” y “malos” con un sentido del humor extraordinario, más aún, genial, su prosa deja traslucir cierto desencanto por este mundo de apariencias y estereotipos: “Considero válidas las autodefiniciones de los artistas: “Pinto desde el minimalismo, escribo realismo urbano o mi danza es deconstructivista”. Por lo que a mí respecta lo dejo a gusto de quien me lee. Mi postura política es lesbiana feminista y elijo escribir en femenino singular y plural, por tanto la denominación de “escritora feminista” no va desencaminada. Es más, me complace y mucho que mi obra aporte, si así sucede, una mirada distinta a la socialmente establecida para que las mujeres, y en especial las lesbianas, seamos consideradas de una vez por todas con el debido e imprescindible respeto. Ya está bien de ser consideradas ciudadanas de segunda o tercera categoría.”
Aunque hábil novelista, con basta experiencia en deshilar el hilo de Ariadna por los vericuetos más imprecisos para llegar hasta el minotauro (¡aunque siempre se llega!), la literatura de Susana tiene solo dos puntos de contacto: el protagonismo de las mujeres y un sentido del humor punzante y nervioso. Actualmente se dedica al periodismo y a leer a sus autores favoritos -Marco Denevi, Louise M. Alcott, Monteiro Lobato, Violette Leduc, M. Yourcenar, Cesare Pavese, Mercè Rodoreda, Anatole France, Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Lalla Romano, Leopoldo Marechal, Agatha Cristhie, Amélie Nothomb e Irene Nemirovsky- mientras los duendes de la creatividad vuelven a hacer de las suyas.
Diana es apenas personaje incidental de la citada novela, pero es también la perfecta antitesis de María, a la que sin duda se hubiera parecido Diana de haber nacido en un medio menos represor: “Silvia la visita religiosamente (a Diana) cada quince días, adorna en una rosa fresca una botella de agua de Vichy que ejerce de florero, la coge de las manos durante una hora, le dice “te quiero, bonita mía” y se marcha con el alma estrujada, aunque tenazmente convencida de que en cualquier momento Diana volverá a ser la que era.” (p. 163).
María se ama y se respeta y no se cambiaría por nadie, ni siquiera por el tal Carlos que pareciera tener exclusividad sobre la hermosa Eva. Muy al contario de Diana y de Pepa, protagonista de Detectives BAM (Ellas Editorial, Col. Ellas teatro, Barcelona, 2005), que aunque no resulta ser el varoncito que anhela su padre le es impuesto el nombre “José Luis”, María tiene maravillosos padres que no es que la acepten como es, sino que la quieren por ser quien es… y tampoco la cambiarían por otra. María, entonces, se ha propuesto ser María, del mismo modo que Pepa se instituye Pepa dentro del implacable Mundo-Del-Qué-Dirán, ese que, dice María, practica con pericia el arte de la simulación… mismo que convirtió a Diana en deshecho para una clase de anatomía, que invoca ángeles guardianes para “enderezar” niñas torcidas e idea casas de subasta de carne para lesbianas de closet de la high society, como en Aquí pasa algo raro. El mismo, también, que arroja al abismo desestimadas hijas de jeques árabes que terminan capitaneando bandas mafiosas, como la sorprendente Fetia, de Aquí pasa algo raro, quinceañera maestra del crimen y llorosa fan de Britney Spears, quien, como Pepa “(…) soñaba con ser pirata y luchar como los hombres esquilmando preciosos tesoros.” María, por ejemplo, ni se inmuta cuando en plena Venecia, al ser rodazos sus labios por los de la fragante Eva, envuelta en First, desencadena la iracundia de un transeúnte que a su paso brama: ¡Lesbicaccie!
Tortilleras, traduce Gioconda María a su anonadada amiga, esa palabra que tan bella luce por escrito: bollos, coookies… ¡Uf, pudiéramos cubrir la página!, ¿verdad, Susana?
Nacida en La Plata, Argentina, el 18 de octubre de 1944, Susana Guzner, autora de las obras arriba citadas, afirma que escribir se le da tan natural como ser rubia de ojos pardos. Aunque sonríe siempre y sus ojos chispean con una suerte de misericordiosa ironía, algo en su pasado ensombrece de pronto su radiante faz: “En 1976 tuve que exiliarme en España perseguida por la Triple A, el escuadrón de la muerte creado por la ex presidenta Isabel Perón que daría inicio al mayor genocidio argentino del siglo XX. Asesinaron a mi única hermana y yo me salvé de milagro. Desde entonces he vivido en Madrid y Las Palmas (Canarias) y actualmente voy y vengo de allí a mi país. ¿Argentina o española? Algo así como “argeñola”, en tanto he pasado una mitad de mi vida en cada nación.” Agrega Susana que siente un profundo amor por España, la patria que la cobijó cuando no tenía donde ir, amor que hace patente en sus novelas, particularmente en la más reciente, Aquí pasa algo raro, que además de ser un thriller delirantemente divertido, es también un recorrido turístico por Las Palmas.
Pero mucho antes de que Isabelita Perón pusiera precio a la rubia cabeza de aquella muchacha, Susana, como Pepa, desairó al Hada Campanilla que le ofreció llevarla a “un país donde las niñas forjan collares de pétalos y bordan bellos tapices”, y se vivió, como casi todas las niñas inquietas, en la piel de Jo March, la inolvidable heroína de Mujercitas: “En cuanto aprendí a combinar oraciones comencé a escribir cosillas –confiesa, retornando con la mirada a su infancia feliz-. Mi primera creación a los cinco años fue un poema, Mi gatito. Eran cuatro versos que emanaban un acaramelado cariño por un minino…que jamás tuve cerca, porque hasta hace relativamente poco detestaba a los gatos. ¡Un caso de ficción en estado puro! A partir de esa fulgurante irrupción en la mentira escribía cuanto se me pasaba por la cabeza con un desparpajo que ya me gustaría seguir manteniendo. Relatos de uno o dos folios, cartas a mis compañeritas de colegio, mi diario, mucha poesía y hasta un paso teatral descaradamente plagiado de Jo March, mi adorada heroína de Mujercitas.”
Respecto a su faceta como guionista de TV y dramaturga, que antecede (y complementa) a la de novelista, cuenta Susana que estrenó su primera obra en el patio de su casa, el día de la celebración de su décimo cumpleaños. Claro, ella era autora, directora de escena, escenógrafa, modista, coreógrafa y actriz, junto con tres amigas que apoyaban en la actuación. “Lo que la Alcott narra de esa función de espadachines es bien poco, o sea que, digamos, yo la completé a mi aire. Como también pretendí elaborar un diccionario un par de años después mediante una técnica bastante…rudimentaria, digamos: consultaba el Larousse y copiaba las definiciones en mi cuaderno. Dejo constancia de que son los dos únicos plagios que he perpetrado, y lo recalco porque parecen estar a la orden del día..."
La escritura, para Susana, es militancia en sí misma mas no vehículo de adoctrinamiento. Al escribir como lesbiana, no pretende ni quiere ser encasillada en “escritora lesbiana” sino legitimar una diferencia de tal suerte que su lector o lectora cobre consciencia de que su propia diferencia, que sin duda la tiene, cualesquiera que esta sea y los integra a alguna minoría. Y todos somos, en esencia, minoría. Su literatura está compuesta por personajes “diferentes”, no necesariamente homosexuales, también heterosexuales raros como Gara, la audaz periodista rubia, o el encantador castrado que busca venganza de Aquí pasa algo raro. Susana es graduada en Magisterio y Psicología Clínica lo que pudiera explicar la asombrosa penetración psicológica tanto de su prosa como en la construcción de sus personajes. Penetra la psique de sus personajes como cuchillo en mantequilla, en especial “(…) cuando se trata del amor, la patología peor estudiada”, diría María; o como cuando Aurora está“(…) aprendiendo el lenguaje del amor a trompicones”, en Aquí pasa algo raro. Los personajes de Susana, como en la vida cotidiana, se crean y recrean en el amor, a partir del amor, sufren transformaciones generalmente positivas, como Aurora de Aquí pasa algo raro, cuyo encuentro con Dione representa un reencuentro consigo misma, con la verdadera Aurora.
La insensata geometría del amor es, valga la redundancia, una historia de amor. A secas. Bueno, sí, una historia de amor entre mujeres, pero mucho más que eso también, y mucho-mucho más que una “novela erótica”: la historia de amor entre una lesbiana y una heterosexual. Eva, al menos, jura pertenecer a la abrumadora mayoría. Tiene en su habitación el afiche de un negro membrudo que horroriza a María (y hubiera horrorizado, presiento, a cualquiera a quien ofenda la burda representación de la masculinidad). Sus comentarios son típicos de estos casos: “Respeto tu preferencia… tu identidad…pero…” Eva, claro, es hermosísima. María se ha quedado prendada de ella en la salita de un aeropuerto. María es empedernida amante de la belleza, como buena hipersensible: “De adolescente –explica María- había acuñado un aforismo que entonces me parecía francamente ingenioso: “Soy de las que ama la belleza con un amor sin esperanzas.” Era mi manera de defenderme antes de que alguien me llamara “fea”. La misma palabra me parecía fea. Sólo tres letras pero de una crueldad punzante, con esa efe al inicio, como un esputo contundente.” (p. 77).
Volviendo a la salita del aeropuerto… una amenaza de bomba aplaza el vuelo que las entonces desconocidas abordarían y coinciden en el autobús que las acarrea al hotel donde habrán de aguardar instrucciones. Hasta cierto punto no debiera sorprendernos que Eva propicie un acercamiento con María. No son demasiado distintas: son jóvenes, atractivas, vitales y de gran personalidad. Eva trabaja en una galería de arte moderno; María es traductora del italiano. Esta, sin embargo, carga a cuestas una prolongada viudez pues su última pareja, una concertista, ha muerto de cáncer. La melancolía la hace, sin duda, más atractiva y misteriosa. Eva subraya en todo momento su heterosexualidad y manifiesta una curiosidad próxima al morbo por el lesbianismo de María: ¿será por curiosidad que Eva termina seduciendo a María, y no a la inversa? Pero el amor está allí, y eso es lo más extraordinario, que se palpa, se advierte, salta entre líneas, aunque pudiera pensarse que solo a través de la percepción de María: ahí está: “Eva despertaba en mí sensaciones ancestrales, atávicas y bastante turbulentas. Alimentarla por ejemplo. Me procuraba un intenso placer que saboreara mi comida, más aún, yo me encarnaba en los trozos que llevaba a su boca, y al comerlos me metía dentro de ella como una nutria en una madriguera ajena.” (p. 229).
Al contario de María, Aurora, una de las protagonistas de Aquí pasa algo raro, donde prácticamente todos los personajes femeninos son, en mayor o menor grado, heroínas, es una ejecutiva que recién se ha descubierto lesbiana, aunque antes de enamorarse de una joven brasileña se ha preguntado por qué no se siente en lo absoluto atraída por los varones. Se ha visto obligada, como María, a fingir que sí, manifestando ambas una experiencia idéntica que, pudiera asumirse, lo fue también de su creadora: “Siendo veinteañera sus amigas se echaban novios, se casaban, separaban, reconciliaban y parían, pero Aurora había permanecido al margen de esos trajines. Durante una época se adjudicó falsos novios dibujando corazones en sus carpetas- Aurora y Javier, Aurora y Pedro- e inventando anécdotas, meras parodias para no sentirse la oveja negra del rebaño.”
Respecto a los rasgos autobiográficos, apunta Susana: “¿Por qué a las escritoras se nos pregunta indefectiblemente si nuestra obra es autobiográfica? A los escritores no, se da por sentado que poseen - quizás por ciencia infusa - un potente e inagotable manantial creativo que les permite crear historias de la nada. Por el contrario, pareciera que las mujeres somos incapaces de transitar libremente la fantasía sin apelar a vivencias personales, lo cual es otra de las tantas desvalorizaciones que padecemos. Es un despropósito, pero en el imaginario heteromachista continúa vigente la máxima de Platón: la mujer es un hombre incompleto puesto que carece de cerebro para idear.”
Toda historia de amor es, en cierto modo, una historia de búsqueda de reconocimiento, y por ende, de encuentro con el dolor. Al escabullírsele a Diana el espíritu del cuerpo y morir en vida mucho antes de su desaparición física, Silvia, su amante, se pierde a sí misma. Pierde a Silvia. Susana radiografía en forma magistral la naturaleza del amor, indaga en la magia del primer espontáneo abrazo que crea, visualmente incluso, la armonía perfecta. Aunque en talante muy distinto, Detectives BAM aborda esa misma búsqueda, encarnada en la figura materna. BAM, por cierto, significa Busco a Mamá, y Pepa, detective, se dedica a buscar madres ajenas sin imaginar que terminará encontrando a la propia. A través de esta divertida sátira, Susana vuelve a invitarnos a penetrar en el mundo de la diferencia, el que corre paralelo al de qué-Dirán, no así en La insensata… donde la normatividad se impone a la relación entre Eva y María. Esta se percatará de pronto de su semejanza con Alicia, su amiga heterosexual que vive inmersa en una relación co-dependiente con un esposo acomplejado de sus logros profesionales. Descubre horrorizada que Eva juega un papel machista en la relación: “Yo sentía que para Eva hacer el amor era como un simulacro de combate, que no admitía sino un triunfo entre dos mujeres que se aman, y donde el espíritu tenía mucho que decir y aprender. Su empeño belicoso lograba que más de una vez yo tuviera la impresión de estar copulando con un hombre al cual debía alabarle su pericia o consolar sus fallas mecánicas (…)” (p. 223).
Más adelante, María reprocha a Eva: “El orgasmo es un matiz, una esfumatura de las muchas que tiene el amor, no una meta olímpica (…)”
En Aquí pasa algo raro, Aurora encara a una señora que “se estaba comportando como un hombre acosador, (…) entre las mujeres la seducción funcionaba bajo otras coordenadas (…)” La norma machista/ heterosexual puede contaminar las relaciones homosexuales que, por naturaleza, y como bien dice Aurora, funcionan bajo otras premisas harto distintas, dice Susana: “Pero aún así la ideología en el Poder se aferra a sus clasificaciones decimonónicas: la literatura es “per se” masculina y heterosexual aunque no se admita abiertamente, todo “lo demás” va a parar a un dislocado cajón de sastre. Las librerías también participan de la confusión a la hora de ordenar sus estanterías. La insensata geometría del amor, por ejemplo, suele ubicarse en Literatura Erótica (que no en Narrativa), al igual que Punto y aparte y Detectives BAM (pese a ser una obra teatral), y Aquí pasa algo raro se halla en Novela Negra y Suspense, algo lógico porque en efecto se identifica con ese género literario.”
Susana cuestiona y exhibe esos, llamémosle, malentendidos, en su literatura. Eva, por ejemplo, supone que la mejor manera de asumirse heterosexual es honrando al falo. Al personaje vengador de Aquí pasa algo raro le basta mariconear un poco para no que no quede lugar a dudas de su homosexualidad y el mafioso por cuya cabeza va, monta un fructífero negocito de prostitución mujer contra mujer bajo las condiciones prototípicas de la venta de carne para varones, y lo más triste es que ¡tiene éxito! La historia transcurre, por otra parte, en medio de una serie de incidentes y gags televisivos, dentro y fuera de la pantalla. La gente en la calle aguarda la aparición de la cámara oculta en cualquier momento. Y si bien Susana narra esta historia de confusiones entre “buenos” y “malos” con un sentido del humor extraordinario, más aún, genial, su prosa deja traslucir cierto desencanto por este mundo de apariencias y estereotipos: “Considero válidas las autodefiniciones de los artistas: “Pinto desde el minimalismo, escribo realismo urbano o mi danza es deconstructivista”. Por lo que a mí respecta lo dejo a gusto de quien me lee. Mi postura política es lesbiana feminista y elijo escribir en femenino singular y plural, por tanto la denominación de “escritora feminista” no va desencaminada. Es más, me complace y mucho que mi obra aporte, si así sucede, una mirada distinta a la socialmente establecida para que las mujeres, y en especial las lesbianas, seamos consideradas de una vez por todas con el debido e imprescindible respeto. Ya está bien de ser consideradas ciudadanas de segunda o tercera categoría.”
Aunque hábil novelista, con basta experiencia en deshilar el hilo de Ariadna por los vericuetos más imprecisos para llegar hasta el minotauro (¡aunque siempre se llega!), la literatura de Susana tiene solo dos puntos de contacto: el protagonismo de las mujeres y un sentido del humor punzante y nervioso. Actualmente se dedica al periodismo y a leer a sus autores favoritos -Marco Denevi, Louise M. Alcott, Monteiro Lobato, Violette Leduc, M. Yourcenar, Cesare Pavese, Mercè Rodoreda, Anatole France, Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Lalla Romano, Leopoldo Marechal, Agatha Cristhie, Amélie Nothomb e Irene Nemirovsky- mientras los duendes de la creatividad vuelven a hacer de las suyas.
2 comentarios:
¡¡ Amazing, cooool la Guzner, como y todo lo que escribe y la m* que la parió!!!
Super reportaje, gracias, mil gracias.
clap, clap, clap...
hola,
creo que es argentino este mensaje, ¿no?
gracias!
saludos
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