HISTORIA Y SENTIDO DE LOS BAÑOS ÁRABES
Cuando la España cristiana medieval atravesaba un periodo de oscurantismo en el que ni siquiera se planteaba ningún tipo de higiene y mucho menos la personal, la Córdoba musulmana contaba con mas de seiscientos baños árabes públicos. Herederos de las termas romanas, algunos eran muy humildes y económicos; otros, todo un lujo para sibaritas. Sus muros estaban alicatados y sus estancias separadas por arcos y columnas; los techos, abovedados y con lucernas. No solo servían como lugar de descanso, sino también de reunión social y política.
Algunos tratados de la época muestran el refinamiento de nuestros antepasados andalusíes, describiendo con todo tipo y detalles sus costumbres higiénicas y la moda de sus gustos personales, como eran el uso de pasta dentífrica, cremas depilatorias, aceites y espumas aromáticas con esencia de almizcle, jazmín o violeta. Quizá sin tanta sofisticación, y con independencia de que las viviendas dispongan de confortables bañeras, los marroquíes acuden todavía con gusto y de manera periódica al hammam. No tanto los más modernizados.
El origen de esta antigua costumbre popular seguramente proviene de las recomendaciones que en cuanto a la higiene y a las preceptivas abluciones, el Islam supo siempre inculcar, ya que, según reza un hadith del Profeta, “la higiene es una manifestación de la fe”. Así, limpiar y cuidar el cuerpo, además de ser una practica placentera, también es un acto de fe, en el que el agua se convierte en la manifestación generosa de lo creado y elemento purificador del cuerpo y del alma.
Para el mundo islámico el agua es un don divino, pero también significa la sabiduría profunda y la pureza, la bebida por excelencia que apaga la sed del alma. Por todo ello el hammam se convierte en pasaje obligatorio para los grandes eventos de la vida: el nacimiento, la circuncisión y el matrimonio.
Los marroquíes están convencidos de que a los genios (yenun) les gusta habitar donde hay abundante agua, y por tanto, que en los hammam hay genios que se apoderan de quienes vienen a molestarles de modo insolente. Por ello, cuando una recién casada, una parturienta o un recién nacido acuden a estos baños públicos para cumplir con el ritual, encienden velas y gritan “yu-yus”, invocando el beneplácito de los yen.
(Extracto y fotografías: Red de Baños Árabes)
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