ELLA Y SU ESPEJO
A poco de andar por las principales ciudades hispanas,
MINA TODAVÍA alcanza el culto a lo exquisito,
sin el reniego por lo popular.
En esta temporada la tigresa de Cremona nos acerca
su álbum en español,
con una pizca de portugués de Brasil,
aunque mantiene aquello de "parole, parole, parole"
pronunciado a lo clásico.
(La Nación, Buenos Aires, Fernando López, 10 de noviembre) No es novedad que Mina cante en español. Lo hizo casi desde el principio, en los tempranos sesenta, cuando era una chiquilina y se entregaba al ritmo sabroso de Moliendo café o descubría el dramatismo del bolero en Sabor a mí o La barca. Y continuó con la práctica siempre, ya registrando versiones traducidas de sus éxitos en italiano, ya recreando temas del repertorio latino, para el que dejó, por ejemplo, versiones tan admirables como las de Somos o Balada para mi muerte.
Pero esta vez es distinto. Desde hace años, había confesado su intención de grabar un álbum entero en nuestro idioma para entregárselo al público hispanoamericano en testimonio de su gratitud por tantos años de inquebrantable fidelidad.
Una prueba cierta de esa lealtad se la proporcionaba la difusión que sus discos tenían en estos países a pesar de que pocas veces merecían ediciones locales. Otra le llegó del cine y gracias a Almodóvar, que recurrió a su voz para la banda sonora de más de una película. Y la última, quizá decisiva, fue Mina, che cosa sei?, el musical de Valeria Ambrosio y Elena Roger nacido en Buenos Aires y exportado a Italia con muy buena repercusión.
Con Todavía, editado aquí por Sony/BMG a menos de dos meses de su aparición en Italia (donde arrancó al tope del hit parade y ya obtuvo el disco de platino), no sólo concreta aquel viejo proyecto con el impecable marco sonoro que le proporcionan su hijo, Massimiliano Pani, y Niccolò Fragile: también se da el gusto de tener invitados famosos.
Entre otros, por ejemplo, a Joan Manuel Serrat y Chico Buarque, dos autores cuyas canciones ha cantado muchas veces en versión italiana; a Diego Torres, Miguel Bosé, Diego El Cigala y su compatriota Tiziano Ferro, voces muy populares en el mundo hispanohablante. Y por fin, antojo de hincha fanática, también al capitán de su club, el Internazionale de Milán (y de la selección argentina), Javier Zanetti, no porque le haya descubierto alguna secreta vocación canora, sino porque quiso confiarle la parte hablada de Parole, parole.
Dúos a distancia
Ninguno de los convidados estuvo con ella grabando en su estudio de Lugano esta colección de temas que empezó con la intención de recrear en español algunos de los éxitos que grabó en los últimos años y terminó incorporando también algunos clásicos, como Un año de amor (de 1964), Parole, parole (1972) y Cuestión de feeling (1985). No parecen haber sido éstas las mejores elecciones, salvo la última, un diálogo en el que Ferro atempera un poco el énfasis dramático de la versión original con Riccardo Cocciante.
En Un año de amor suena demasiado forzado el encuentro entre el flamenco de Diego El Cigala y el clima más intimista y casi blusero del original de Mina. La discordancia también se hace visible en el diálogo con Zanetti, cuyo oficio no es precisamente el de actor, y suena tan apocado como un tímido adolescente en presencia de una superestrella.
Es cierto que ella puede darse esos gustos después de haber grabado más de cien canciones en español, pero sin duda le va mucho mejor cuando el encuentro de voces resulta más natural. Sucede con Miguel Bosé (Agua y sal) y con Diego Torres (Amor felino), dos temas que parecen destinados a hacerse un lugar en las listas de hits. Y sucede -cuestión de timbres, de personalidad y acaso de cierta "química a la distancia"- con los dos grandes cantautores del caso: Chico y Serrat. Con ellos vienen, además, las novedades.
Ni Valsinha, que Chico compuso con Vinicius en 1971, ni Sin piedad, de una cosecha más reciente del catalán (2002), habían sido cantados por Mina. Aquí proveen dos de los momentos más logrados del CD, no sólo por la calidad de las canciones -sereno y melancólico lirismo sobre el sonido de los arcos en una; mutua confesión desesperada con formato de bolero en la otra-, sino porque éstas se benefician al estar expuestas en su letra original, más allá de que el portugués de la cantante suene algo afectado.
Ya se sabe que en la canción letra y música vienen estrechamente ligadas, de ahí los obstáculos que suelen presentarse al intentar "traducciones". Aquí tampoco pudieron sortearlos siempre los responsables de las adaptaciones al español, si bien es justo reconocer que Samuele Cerri resolvió su trabajo con bastante más soltura que Mila Ortiz.
Así y todo, también se sabe que no hay canción, por enredada que sea su letra, de la que Mina no pueda extraer belleza, gracia, sensualidad o emoción, y ahí están para probarlo Nieve, ¿Cómo estás?, Grande amor o Llévate ahora, canciones tomadas de Sorelle Lumière (1992), Olio (1999) y Bula bula (2005), tres álbumes entre los muchos notables que grabó en los últimos quince años. A las dotes naturales y el oficio que ha ido depurando en largos cuarenta años de labor ininterrumpida se suma otra vez en Todavía esa musicalidad prodigiosa y esa sensibilidad artística que la destacan desde hace rato como la más grande cantante italiana. Categoría que aún hoy sigue fuera de toda discusión.
Pero esta vez es distinto. Desde hace años, había confesado su intención de grabar un álbum entero en nuestro idioma para entregárselo al público hispanoamericano en testimonio de su gratitud por tantos años de inquebrantable fidelidad.
Una prueba cierta de esa lealtad se la proporcionaba la difusión que sus discos tenían en estos países a pesar de que pocas veces merecían ediciones locales. Otra le llegó del cine y gracias a Almodóvar, que recurrió a su voz para la banda sonora de más de una película. Y la última, quizá decisiva, fue Mina, che cosa sei?, el musical de Valeria Ambrosio y Elena Roger nacido en Buenos Aires y exportado a Italia con muy buena repercusión.
Con Todavía, editado aquí por Sony/BMG a menos de dos meses de su aparición en Italia (donde arrancó al tope del hit parade y ya obtuvo el disco de platino), no sólo concreta aquel viejo proyecto con el impecable marco sonoro que le proporcionan su hijo, Massimiliano Pani, y Niccolò Fragile: también se da el gusto de tener invitados famosos.
Entre otros, por ejemplo, a Joan Manuel Serrat y Chico Buarque, dos autores cuyas canciones ha cantado muchas veces en versión italiana; a Diego Torres, Miguel Bosé, Diego El Cigala y su compatriota Tiziano Ferro, voces muy populares en el mundo hispanohablante. Y por fin, antojo de hincha fanática, también al capitán de su club, el Internazionale de Milán (y de la selección argentina), Javier Zanetti, no porque le haya descubierto alguna secreta vocación canora, sino porque quiso confiarle la parte hablada de Parole, parole.
Dúos a distancia
Ninguno de los convidados estuvo con ella grabando en su estudio de Lugano esta colección de temas que empezó con la intención de recrear en español algunos de los éxitos que grabó en los últimos años y terminó incorporando también algunos clásicos, como Un año de amor (de 1964), Parole, parole (1972) y Cuestión de feeling (1985). No parecen haber sido éstas las mejores elecciones, salvo la última, un diálogo en el que Ferro atempera un poco el énfasis dramático de la versión original con Riccardo Cocciante.
En Un año de amor suena demasiado forzado el encuentro entre el flamenco de Diego El Cigala y el clima más intimista y casi blusero del original de Mina. La discordancia también se hace visible en el diálogo con Zanetti, cuyo oficio no es precisamente el de actor, y suena tan apocado como un tímido adolescente en presencia de una superestrella.
Es cierto que ella puede darse esos gustos después de haber grabado más de cien canciones en español, pero sin duda le va mucho mejor cuando el encuentro de voces resulta más natural. Sucede con Miguel Bosé (Agua y sal) y con Diego Torres (Amor felino), dos temas que parecen destinados a hacerse un lugar en las listas de hits. Y sucede -cuestión de timbres, de personalidad y acaso de cierta "química a la distancia"- con los dos grandes cantautores del caso: Chico y Serrat. Con ellos vienen, además, las novedades.
Ni Valsinha, que Chico compuso con Vinicius en 1971, ni Sin piedad, de una cosecha más reciente del catalán (2002), habían sido cantados por Mina. Aquí proveen dos de los momentos más logrados del CD, no sólo por la calidad de las canciones -sereno y melancólico lirismo sobre el sonido de los arcos en una; mutua confesión desesperada con formato de bolero en la otra-, sino porque éstas se benefician al estar expuestas en su letra original, más allá de que el portugués de la cantante suene algo afectado.
Ya se sabe que en la canción letra y música vienen estrechamente ligadas, de ahí los obstáculos que suelen presentarse al intentar "traducciones". Aquí tampoco pudieron sortearlos siempre los responsables de las adaptaciones al español, si bien es justo reconocer que Samuele Cerri resolvió su trabajo con bastante más soltura que Mila Ortiz.
Así y todo, también se sabe que no hay canción, por enredada que sea su letra, de la que Mina no pueda extraer belleza, gracia, sensualidad o emoción, y ahí están para probarlo Nieve, ¿Cómo estás?, Grande amor o Llévate ahora, canciones tomadas de Sorelle Lumière (1992), Olio (1999) y Bula bula (2005), tres álbumes entre los muchos notables que grabó en los últimos quince años. A las dotes naturales y el oficio que ha ido depurando en largos cuarenta años de labor ininterrumpida se suma otra vez en Todavía esa musicalidad prodigiosa y esa sensibilidad artística que la destacan desde hace rato como la más grande cantante italiana. Categoría que aún hoy sigue fuera de toda discusión.
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