la tradición prehispánica de honrar a los muertos
en cada 2 de noviembre.
Antre la riqueza cultural de esta festividad,
la opción meramente consumista
del Halloween importado
resulta una soberana estupidez.
“Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía”.
(Octavio Paz)
(Periodista digital, Hermosillo, 28 de octubre) El Día de Muertos es una celebración anual de raíces prehispánicas y modalidad cristiana, que se lleva a cabo el día 2 de noviembre para conmemorar a los fieles difuntos. Aunque presenta múltiples manifestaciones según la región en que se practique, es muy común encontrar en los hogares mexicanos altares que permanecen varios días, adornados con papel picado y flores de cempasúchil, en los que se colocan, además de velas y veladoras, imágenes de santos o de difuntos y ofrendas consistentes en platillos típicos de la zona (tamales, moles, atoles y en general todos aquellos que prefirieron los difuntos).
Esta tradición se basa en la creencia de que en esta época del año las "almas" de los muertos pueden visitar a sus parientes de este mundo; las luces de las veladoras hacen las veces de faros que guían a cada una hasta su altar respectivo, para que al llegar a éste pueda consumir lo que se les ha preparado.
El origen del ahora llamado día de muertos es incierto, se remonta según algunos estudiosos hasta el año 800 a.c. en el llamado festival de muertos, celebrado entre los aztecas durante los meses de julio y agosto, como una fiesta para celebrar el final de la cosecha de maíz, frijol, garbanzo y calabaza, que formaban parte de la ofrenda a la diosa Mictecacihuatl, reina de Chinahmictlan, guardiana del noveno nivel del infierno, llamado Mictlán.
Algunos aseguran que la tradición del festival se mezcla con la costumbre prehispánica de enterrar a los muertos con objetos, comida y ofrendas para su viaje a la otra vida.
Esa tradición nace de la creencia que al morir, las personas pasan al reino de Mictlán, donde tienen que estar un tiempo para después ir al cielo o Tlalocan. Para el viaje, nuestros seres queridos necesitan comida y agua para el camino; veladoras para alumbrarse; monedas, para pagar al balsero que los cruza por el río, antes de llegar a Mictlán y un palo espinoso para ahuyentar al diablo.
Todo esto, se colocaba en su tumba y en el altar de muertos, para su visita anual a los vivos, en el que se coloca copal y flores de cempasuchil para marcar el camino.
Al llegar los españoles, estas creencias fueron adaptadas al calendario cristiano y se celebran el 1 y 2 de noviembre. En la actualidad, el día de muertos consiste principalmente en altares en las casas para los seres queridos de la familia: parientes, amigos, personajes públicos.
Además, en esos días se consume "pan de muerto", hogazas de forma semiesférica adornadas con "huesos" y "lágrimas" de la misma pasta; dulce de calabaza y "calaveras" de azúcar que llevan nombres propios y son un regalo común. También es popular el uso de “calaveritas”, versos dedicados a personas públicas o personajes del imaginario popular, en tono de sátira o burla.
Es el tiempo en que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares domésticos.
La celebración del Día de Muertos, como se le conoce popularmente, se practica a todo lo largo de la República Mexicana. En ella participan tanto las comunidades indígenas, como los grupos mestizos, urbanos y campesinos.
El ritual de Día de Muertos conlleva una enorme trascendencia popular, su celebración comprende muy diversos aspectos, desde los filosóficos hasta los materiales.
La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. Los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano.
Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda.
Los Fieles Difuntos, en la tradición occidental es, y ha sido, un acto de luto y oración para que descansen en paz los muertos. Y al ser tocada esta fecha por la tradición indígena se ha convertido en fiesta, en carnaval de olores, gustos y amores en el que los vivos y los muertos conviven, se tocan en la remembranza.
El Día de Muertos, como culto popular, es un acto que lo mismo nos lleva al recogimiento que a la oración o a la fiesta; sobre todo esta última en la que la muerte y los muertos deambulan y hacen sentir su presencia cálida entre los vivos. Con nuestros muertos también llega su majestad la Muerte; baja a la tierra y convive con los mexicanos y con las muchas culturas indígenas que hay en nuestra República. Su majestad la Muerte, es tan simple, tan llana y tan etérea que sus huesos y su sonrisa están en nuestro regazo, altar y galería.
Hoy también vemos que el país y su gente se visten de muchos colores para venerar la muerte: el amarillo de la flor de cempasúchil, el blanco del alhelí, el rojo de la flor afelpada llamada pata de león... Es el reflejo del sincretismo de dos culturas: la indígena y la hispana, que se impregnan y crean un nuevo lenguaje y una escenografía de la muerte y de los muertos.
Hay que decir que nuestras celebraciones tienen arraigo y recorren los caminos del campo y la ciudad. Oaxaca, con sus miles de indígenas, es ejemplo claro del culto, gustos culinarios, frutas y sahumerios; los muertos regresan a casa.
En estas fechas se celebra el ritual que reúne a los vivos con sus parientes, los que murieron. Es el tiempo trascendental en que las almas de los muertos tienen permiso para regresar al mundo de los vivos.
Hay que considerar que la celebración de Día de Muertos, sobre todo, es una celebración a la memoria. Los rituales reafirman el tiempo sagrado, el tiempo religioso y este tiempo es un tiempo primordial, es un tiempo de memoria colectiva. El ritual de las ánimas es un acto que privilegia el recuerdo sobre el olvido.
La ofrenda que se presenta los días primero y dos de noviembre constituye un homenaje a un visitante distinguido, pues el pueblo cree sinceramente que el difunto a quien se dedica habrá de venir de ultratumba a disfrutarla. Se compone, entre otras cosas, del típico pan de muerto, calabaza en tacha y platillos de la culinaria mexicana que en vida fueron de la preferencia del difunto. Para hacerla más grata se emplean también ornatos como las flores, papel picado, velas amarillas, calaveras de azúcar, los sahumadores en los que se quema el copal .
Entre los antiguos pueblos nahuas, después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Por ello es que los enterramientos se hacían a veces con las herramientas y vasijas que los difuntos utilizaban en vida, y, según su posición social y política, se les enterraba con sus acompañantes, que podían ser una o varias personas o un perro. El más allá para estas culturas, era trascender la vida para estar en el espacio divinizado, el que habitaban los dioses.
En México, país pluricultural y pluriétnico, la celebración de muertos no tiene un carácter homogéneo, sino que adquiere diferentes modalidades según el pueblo indígena o grupo social que la realice. Las variantes rituales son muchas, sin embargo, todas ellas giran alrededor de ciertas prácticas comunes: la bienvenida y despedida de las ánimas, la colocación de ofrendas para los muertos, el arreglo de las tumbas, la velación en el cementerio y la celebración de oficios religiosos.
Los preparativos para estas fiestas varían; algunas comunidades inician el 15 de mayo, con la siembra del cempasúchitl; otras los primeros días de octubre empiezan a hacer sus ahorritos para la fiesta de noviembre. En el caso de los nahuas de Tepexititla y Chililico, se inicia el 29 de septiembre, fecha en que se celebra a San Miguel, este día se realiza la primera ofrenda a los muertos.
Los últimos días de octubre o el primero de noviembre dependiendo del grupo, da inicio a la celebración del Día de Muertos, que al parecer esta marcado por la preparación de la ofrenda en la cual participa toda la familia. En estas ofrendas podemos encontrar diferentes elementos como son: el arco de carrizo de varas o caña adornado; la flor de cempasuchitl; las velas o luces; el copal; una cruz o algún santo; alfarería o cerámica funeraria ornamental; comida y bebida, entre otras cosas.
Durante este periodo la productividad aumenta significativamente. Los artesanos de Chililico en el estado de Hidalgo, los de Santa Fe de la Laguna y Patamban en Michoacán, los de Amozoc en Puebla, los de Atzopan en Oaxaca -por mencionar algunos lugares que se destacan por su alfarería y cerámica funeraria ornamental- empiezan a trabajar uno o dos meses antes.
Las flores, como el esbelto gladiolo, la siempreviva, la cresta de gallo, o la flor de los cuatrocientos pétalos, más conocida como la flor de muerto o cempoaxuchitl inundan los mercados, mientras la parafina, cera, sebo, le van dando forma a las velas tan codiciadas en esas fechas.
Los panaderos se encargan de satisfacer el paladar de vivos y muertos con los panes especiales para esa época del año como son: el pan de muerto, la rosca de la vida, pan cruzado, huesos de manteca, entre otros. Cabe mencionar que muchos panes especiales para estas fechas, tienen formas humanas o de animales.
Los dulceros hacen lo suyo con las famosas calaveritas de azúcar que llevan impreso el nombre del comprador, las cruces, los violines o el sabroso dulce de pepita de calabaza. Así, los mercados se ven abarrotados de tejocotes, caña, calabaza y todos los ingredientes necesarios para elaborar los platillos que se ofrendan a los muertos y que se comen los vivos.
La fiesta de Día de Muertos en México, principalmente entre los grupos indígenas, es un momento de reunión de toda la familia, tanto vivos como muertos, con lo cual se fortalece la identidad, además de las relaciones sociales interfamiliares primero y comunales después. Esta celebración tiene una función social de suma importancia por la gran riqueza simbólica que se encuentra presente durante su transcurso.
En varios grupos indígenas se acostumbran las comparsas; no solo se trata del rito de ahuyentar u ofrendar a los muertos, o de la representación de las ánimas que no tienen una casa a la cual llegar, y que vagan por la comunidad, la cual se encarga de dar a dichas ánimas alimento y bebida, sino también de la transgreción de normas y de la representación de los problemas cotidianos y su entorno a través de la danza y la música.
La música se escucha por todos lados, en el panteón, acompañando las comparsas, en las casas, en la iglesia. Los géneros que se tocan son diversos, las dotaciones varían según la región, pero lo que es un hecho, es que la música no falta durante estas fiestas entre los pueblos indígenas de nuestro país.
Para recibir a las ánimas, se les quema copal y se les dirigen algunas palabras de bienvenida. Es común que estas acciones vayan acompañadas de música. Uno o dos días antes de la fecha, los familiares acuden al panteón a limpiar y a adornar las tumbas con flores, velas y cruces.
Las ofrendas se colocan en los altares domésticos o sobre mesas de uso cotidiano. Se cubren con finos manteles, papel de china, hojas de plátano o petates de tule, según sea la costumbre regional. Después se les agregan flores especiales para la ocasión, ceras, alimentos, incensarios con copal, la bebida que más le gustaba al difunto, cigarrillos, panes, fruta, calaveras de azúcar, sal, el retrato del muerto y un vaso con agua, ya que las ánimas están sedientas por el viaje emprendido a la tierra.
Desde la entrada de la casa a la ofrenda se pone un camino de pétalos de flores de cempaxúchitl, que sirve como guía para que las almas lleguen al altar y puedan absorber la esencia de los alimentos puestos para tal efecto. Para despedir a las ánimas se tañen las campanas de la iglesia y se queman cohetes. Mientras la banda toca música fúnebre, los deudos acompañan a las almas hasta el panteón para que puedan regresar a sus tumbas.
Sentido y creencias
La muerte ha sido percibida de acuerdo al proceso histórico en que se ha desenvuelto cada cultura, es por eso que se pueden encontrar diferentes formas de celebrarla a través del tiempo y de la visión de los distintos pueblos. Sin embargo, podemos encontrar un sentimiento religioso y una clara preocupación por el individuo después de muerto, que se registra desde épocas remotas.
En la religión católica, encontramos que en el año 835 se instituye la fiesta de Todos los Santos, para su celebración el día primero de noviembre, por el pontífice Gregorio IV. (S/A 1883). En cuanto a la celebración de los Fieles Difuntos, que se realiza al día siguiente de Todos Santos, parece que es hasta el siglo X que se introduce en el rito católico-romano, ésta tiene como propósito conmemorar a las almas del purgatorio, pidiendo a los santos que intercedan por ellas, para que logren alcanzar la paz. También se pide a las almas que están en el cielo intercedan por los vivos.
La cultura mexicana tiene su más añeja festividad en la celebración del día de muertos, festividad que se ha visto retratada con diferentes expresiones y matíces culturales en nuestro país, desde el arte mortuorio prehispánico hasta el popular de nuestros días.
Hoy la muerte hecha objeto no nos toma por sorpresa pero se reconoce que lo particularmente mexicano no radica en el desprecio sino en su valoración, se entiende como manifestación y explicación del mundo heredada inconscientemente: sus gestos socializados de la vida.
El arte funerario mexicano no está solo es sus piezas de manufactura única, es el arte de el gusto entre los vivos para convivir con sus muertos, a pesar de los motivos ideales propios de cada época; se les da su lugar y función. La muerte es entonces cantada y rezada, emblema y contrapunto de los devocionarios y las didácticas religiosas y morales, es esculpida como deidad de renacimientos y finales o como freno de las vanidades.
La muerte es objeto de fiesta, tiempo que da contexto a las imaginerías, ritos y juegos; es adorno y juguete, conmemora, avisa y divierte, ubica lo sagrado en lo profano.
La Catrina anda suelta
(El Universal, 31 de octubre) Salida del mural "Sueño de una tarde dominical en La Alameda", del artista plástico Diego Rivera, que se encuentra en el Museo Mural Diego Rivera, La Catrina hizo su aparición macabra para realizar el performance homónimo que la llevó hasta el Palacio de Bellas Artes.
La actriz Sandra Celedón ofreció la víspera el performance "La Catrina", original del artista plástico Humberto Spíndola, en medio de la oscuridad y de las miradas de niños, jóvenes y adultos mayores en el Museo Mural Diego Rivera, donde el personaje salió de la pintura, como hace 15 años lo hizo.
Luego de estar en ciudades como Buenos Aires, Argentina; Barcelona y Bilbao, España, el espectro de La Catrina, vestida totalmente de blanco, realizado en papel de china y con su peculiar sombrero que la distingue, salió del mural de Diego Rivera, para expresar su agradecimiento a él y a José Guadalupe Posada.
"Estoy aquí para agradecer a Diego Rivera por haberme pintado en el mural `Sueño de una tarde dominical en La Alameda`, pero también a José Guadalupe Posada por haberme grabado, y estoy aquí para ver qué tanto ha cambiado la vida en esta ciudad", expresó La Catrina, que se presentó con motivo del Día de Muertos.
Entre las miradas del público, en especial de los niños, que estaban un poco asustados, La Catrina les dijo que no tuvieran miedo, pues su presencia tenía únicamente como motivo registrar los cambios.
Momentos después salió del recinto cultural para encaminarse al Palacio de Bellas Artes, donde se encontraría con Rivera, su pintor preferido.
Ante el asombro de la gente y de los propios automovilistas, la actriz realizó su performance, mirando a su alrededor los cambios que ha habido en esta ciudad.
Niños y jóvenes que por curiosidad se acercaron a ella sacaron de inmediato teléfonos celulares para tomarse una fotografía al lado del personaje tan mexicano, quien con sencillez los saludó y posó para la imagen del recuerdo.
Alegre caminó por la Alameda Central y saludó a los comerciantes ambulantes, que ante la presencia de esta mujer descarnada dejaron por momentos sus puestos de tamales, elotes y hamburguesas para acompañarla en su recorrido.
Para asombro de algunos que estaban en el Palacio de Bellas Artes, La Catrina llegó al máximo recinto cultural del país a fin de estar con Diego Rivera en la exposición "Epopeya mural".
En entrevista con Notimex, el artista plástico Humberto Spíndola recordó que precisamente hace 15 años se llevó a cabo por primera vez este performance y ahora coincide con las celebraciones del 50 aniversario luctuoso de Diego Rivera y 100 del natalicio de Frida Kahlo.
Mencionó que la idea principal de esta actividad, que ha sido llevada a otros países como Argentina, Francia y España, entre otros, con un éxito sin precedente.
"La Catrina tiene muchos matices interesantes, es la muerte, fue grabada por José Guadalupe Posada y pintada por Diego Rivera, entonces de alguna manera representa la esencia de la cultura mexicana", dijo Spíndola.
Apuntó que el vestido de La Catrina, que está totalmente realizado en papel de China, como los encajes y plumas, es un trabajo artístico que está basado en papel.
"Todo mi trabajo artístico es con papel y de esta manera trato de recuperar las técnicas tradicionales mexicanas para el mundo del arte", concluyó el artista plástico.
Origen del Día de los Muertos en México
La muerte en el México Prehispánico
Celebración en el México colonial
El altar para el difunto
Altares indígenas
Crónica en el día de los muertos (Mariana Martínez)
¡No la Jalogüin, que es Día de Muertos!
Recetas tradicionales para el Día de los muertos (Maga Terrenal)
El pan de muerto
Noche de muertos, Patzcuaro, Michoacán
En Xantolo (región Huasteca)
'Tsui k'en, la fiesta grande en la sierra mazateca
Narraciones de niños indígenas
Cuentos y leyendas
Por Frida, en Madrid
Pan de muertos, calaveras de azúcar y limón (que representan a cada difunto), velas, copal o incienso (para purificar), agua (para mitigar la sed de los difuntos), tequila ('¡Que no falte!'), papel picado de colores de adorno, el árbol de la vida, sal (para purificar los cuerpos), figuras del perrito que guía a los muertos por el inframundo o flores (para aromatizar el lugar durante la estancia del ánima y proporcionarla felicidad en su regreso) componen el altar adulto, en el que destacan fotografías y retratos de Kahlo en su centenario.
Se completa con un altar para los difuntos 'más chiquitos', con juguetes y golosinas como palanquetas de cacahuete, ates, camote o calabaza en tacha, dedicado en esta ocasión al compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler, el grillito cantor Cri Cri, también en su centenario. Para su inauguración, el 1º las 12:00 horas, está prevista la actuación del ballet folclórico 'Na Hui Hollán', que se acompaña del mariachi 'Charros de Jalisco'.
El domingo 4 de noviembre, a las 12.00, actuará el ballet folclórico 'México, magia y movimiento'. La presencia y la fascinación por la muerte, muy a la mexicana, son los elementos comunes de una amplia selección de trece cortometrajes mexicanos, que realizados en diversas técnicas, podrán visualizarse dentro del ciclo de proyecciones programado para los jueves 8 y 15 de noviembre, a partir de las 18:00, en el Salón de Actos del Museo.
VIDEO: Imágenes actuales, y la ineludible inclusión de grabados, litografías y dibujos del gran José Guadalupe Posada (1852-1913), quien interpretó la vida cotidiana y los sucesos políticos mexicanos protagonizados por calaveras, las que emanan de su cultura, y cuyo arte influyó, entre otros, sobre José Clemente Orosco, Diego Rivera, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez.
"MONTÓN DE TIERRA"
Letra: Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez Música: LF; CD "Tan chidos"
Todos vamos a dar al final
al lugar donde viven los muertos,
algo debe tener de bonito
pues nadie regresa.
Cada día se nos pudre algún pedazo,
amanece y se nos va escurriendo el tiempo.
Todos somos ollitas quebradas,
ollitas quebradas, cada día
Ha llegado por fin la partida,
lentamente me iré, lentamente.
Al final solo somos
sólo un montón de tierra.
Al final solo somos
sólo un montón de tierra.
2 comentarios:
ta güey este articulo..... así como hay muchos queridos muertos vivos tenemos vivitos que ya podrían estarse retirando de este mundo y, preferiblemente, de todos los mundos
salud
Borren el "comentario" de arriba, es vulgar. Cuando uno quiere referenciar su texto, da vergüenza hacerlo.
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