"Cuando la España cristiana medieval atravesaba un periodo de oscurantismo en el que ni siquiera se planteaba ningún tipo de higiene y mucho menos personal, la Córdoba musulmana contaba con más de seiscientos baños árabes públicos, herederos de las termas romanas.
Lugar de descanso, de reunión social y política, en ciertas regiones el hammam constituye, especialmente para las mujeres,
una de sus distracciones favoritas y todo un ritual generador de belleza y sensualidad,
al tiempo lugar donde mejor se desvanece cualquier desigualdad de índole social."


30.11.07

Libros




"FASCISTAS EN AMÉRICA DEL SUR"


Adelanto del libro de Eugenia Scarzanella,
compiladora de Vanni Blengino, Camilla Cattarulla,
Luigi Guarnieri Calò Carducci, Eugenia Scarzanella y Angelo Trento.
Fondo de Cultura Económica, colección Historia.
Novedad de diciembre.


(Fondo de Cultura Económica) Los cinco ensayos que componen Facistas en América del Sur analizan el proceso de adhesión al fascismo de las colectividades italianas como un aspecto crucial de la historia de los países de dicha región e indispensable para comprender tanto la coyuntura entre las dos guerras mundiales como los eventos posbélicos. Debido al juicio negativo que implica, el fascismo italiano en las naciones del subcontinente fue un campo de investigación descuidado.

¿Cuál fue la influencia de los fascistas italianos en los países de América del Sur? ¿Qué rol desempeñaron en la política y en la cultura locales? ¿Qué apoyo recibieron de la madre patria? ¿De qué forma utilizaron el vínculo étnico para conquistar posiciones de prestigio en la economía local? Vanni Blengino, Camilla Cattarulla, Luigi Guarnieri Calò Carducci, Eugenia Scarzanella y Angelo Trento ensayan algunas aproximaciones a la dinámica de este fenómeno en el Brasil, el Perú y la Argentina.

La utilización de fuentes nuevas, como documentos de los archivos de los países sudamericanos y de la prensa local, provee una perspectiva novedosa. Es el c
aso del periódico argentino Il Mattino d' Italiao: dirigido por un financista italiano fascista, se convirtió en un instrumento privilegiado de la fascistización de la colectividad italiana y en una inspiración para el gobierno y la retórica de Juan D. Perón.

La singular encuesta a los lectores sobre "¿Qué le diría a Mussolini si tuviera la oportunidad de hablarle?" o la polémica con el periódico antifascista Crítica sobre el presunto origen argentino del Duce constituyen el espejo del amplio consenso logrado por el fascismo en el exterior.

A pesar de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, los fascistas de América del Sur no desaparecieron ni perdieron su prestigio. Tal como afirma Eugenia Scarzanella en su introducción: "No desapareció tampoco la ideología corporativa, la retórica antiestadounidense, la desconfianza en la democracia y el culto del jefe que estos italianos habían profesado, y que se fundieron con otras ideologías en la retórica y en la praxis de los sucesivos populismos".



Camicie nere / Camisas negras



Has conocido el humo de las fábricas,
la
fiebre de los anarquistas,
la larga, heroica,
fatigosa historia de un pueblo exilado.
(Vicenzo Cardarelli, “Camicia nera”,
en Letture
classe quarta.
Scuole italiane all’estero, 1933.)

(Eugenia Scarzanella) “La captación al fascismo de todos los italianos en el exterior es matemática. Es la lógica evolución de las cosas.” Así se expresaba, muy optimista, Mario Appelius, el periodista trotamundos que en 1930 había desembarcado sobre la costa del Río de la Plata para dirigir un gran periódico italiano y fascista en América del Sur, Il Mattino d’Italia (1). ¿El pronóstico de Appelius se reveló correcto? Este libro intenta dar una respuesta.

Existen estudios, no muy numerosos por cierto, sobre los movimientos y los regímenes fascistas fuera de Europa que incluyen también a América Latina, y estudios sobre la política exterior de Mussolini que se refieren en especial a la propaganda fascista en el extranjero y a la fascistización de los emigrantes (2).

Los autores de este
volumen han querido alejarse de estos dos temas de investigación y se propusieron estudiar el fascismo italiano de más allá del océano como un aspecto de la historia de las sociedades latinoamericanas entre los años veinte y treinta. Se preguntaron cuál fue la influencia de los fascistas italianos en los países del subcontinente, qué rol desarrollaron en la política y en la cultura local, qué apoyo recibieron de la madre patria, de qué forma utilizaron el vínculo étnico para conquistar posiciones de prestigio en la economía local.

El estudio del fascismo italiano en América del Sur ha sido hasta ahora un campo de investigación muy poco explorado. Tal vez el tema da por descontado un juicio de valor negativo por parte de los historiadores. Análogamente a lo que escribe Sandra McGee Deutsch, a propósito de los escasos estudios sobre las derechas latinoamericanas, pudo haber ocurrido también que los investigadores hayan concluido que el fascismo, de acuerdo con sus convicciones políticas, era un tema “repugnant or depressing” (3).

Estos ensayos nacen de la convicción de que la fascistización de las colectividades italianas constituye un componente importante de la historia de los países del subcontinente e indispensable para comprender no sólo la coyuntura entre las dos guerras sino también los eventos posbélicos. Justamente, el juicio negativo sobre el fascismo requiere la comprensión de su dinámica.

Las colectividades italianas en América del Sur siempre habían cultivado un patriotismo que exaltaba la tierra de origen y no excluía (por el contrario, se combinaba con) la fidelidad sincera a la patria de adopción. Para los italianos y sus descendientes, la etnicidad había tenido un valor simbólico, había sido la reivindicación de una tradición particular en el gran crisol de las sociedades americanas.

El fascismo ofreció un nuevo tipo de patriotismo: no sólo un patrimonio étnico sino también una ideología “universal”. Por lo tanto, los fascistas en América del Sur fueron una figura nueva y, en muchos aspectos, problemática con respecto a los italianos seguidores de Garibaldi o de Mazzini del siglo anterior.

Tal vez se podría decir que, a diferencia de las ideologías anteriores, nacionalistas (del Risorgimento) o internacionalistas (socialistas y anarquistas), el fascismo ofrecía a los italianos trasplantados en América del Sur, independientemente de su nivel social, un instrumento de identidad y a la vez de integración en la sociedad que los hospedaba. La política interna de los Estados sudamericanos estaba, entre las dos guerras, estrechamente ligada al fluir de los eventos internacionales, eventos en los que Italia quedaba en primer plano. El universo cultural e ideológico común entre el Occidente europeo y el Occidente americano otorgaba visibilidad e importancia al componente político de la etnicidad italiana.

Otro factor novedoso con respecto al pasado era la propuesta de modernidad que el fascismo ofrecía a las sociedades como las del subcontinente, duramente golpeadas por la crisis económica y por la necesidad de rever su propio modelo de desarrollo y las propias partnership comerciales y políticas.

La ocasión para reflexionar sobre estos temas surgió entre los autores del volumen debido a un proyecto de investigación nacional financiado por el Ministero dell’Università y della Ricerca Scientifica (4).

Los intereses y las competencias de los investigadores involucrados justifican la elección de los países considerados: el Brasil, la Argentina y el Perú. Sin embargo, no se trata de una elección arbitraria. Notoriamente, la Argentina y el Brasil son los países que tenían las colectividades italianas más grandes y, por lo tanto, es inevitable dedicarles un estudio detallado. El Perú, por otro lado, es un país que, pese a tener una colectividad más reducida, aunque económicamente importantísima, ocupa una posición clave en el cuadro geopolítico (algo que en los años treinta se comienza a tener en cuenta en las relaciones internacionales) (5).

Seguramente, otros países de América del Sur, y
también de América Septentrional y Central, hubiesen merecido un artículo. Sería deseable que este volumen pueda constituir un estímulo para ulteriores investigaciones que analicen las áreas excluidas y que luego aporten puntos de comparación (6).

Más allá de las razones demográficas
y/o geopolíticas, los tres casos aquí examinados también se justifican sobre la base del uso de fuentes originales, nunca antes utilizadas. Los ensayos aquí recopilados tienen en común la utilización -además de las fuentes diplomáticas italianas- de fuentes nuevas como los documentos de los archivos de los países sudamericanos y de la prensa local. Ofrecen un punto de vista distinto al de los estudios sobre el fascismo italiano en el exterior o la emigración transoceánica.

En los cinco artículos que componen el volumen se analizan problemáticas comunes: a) los mecanismos de creación de consenso con respecto al fascismo entre los italianos en América del Sur; b) la relación entre el fascismo italiano, los movimientos fascistas autóctonos y los gobiernos autoritarios locales.

Algunos eventos clave son centrales para la reconstrucción histórica del fascismo en el Brasil, el Perú y la Argentina: a) la guerra de Etiopía; b) la Segunda Guerra Mundial. Las problemáticas y los eventos clave están articulados en función de los distintos contextos sociopolíticos de los tres países. Cada uno de los artículos reserva por lo tanto un espacio importante para la reconstrucción de las características del sistema político y económico de los tres países. De este análisis específico de temas comunes, surgen analogías y diferencias.


La ruta brasileña


El primer artículo, a cargo de Angelo Trento, ofrece no sólo un
panorama del fascismo italiano en el Brasil, sino también una síntesis de los problemas generales de los tres países en relación con las características de la política migratoria del fascismo y el funcionamiento de las organizaciones fascistas y de las asociaciones culturales y asistenciales.

Hasta fines de los años veinte, el fascismo mostró -más allá de que fuese en el ámbito de una severa crítica a los gobiernos anteriores- una sustancial continuidad con el modelo liberal del favorecimiento de la emigración y su utilización para una expansión pacífica. Luego, se mostró favorable a reducir los flujos y se propuso una “revalorización moral” de los expatriados (que ya no se denominaban más emigrantes, sino italianos en el exterior). A continuación, la política migratoria se relacionó con la política comercial, que se basaba en la presencia de consumidores y capitales italianos en el exterior.

En relación con el aspecto organizativo, el principal instrumento de representación de los fascistas en América del Sur fueron los Fasci. En el Brasil, como en el Perú y en la Argentina, se revelaron como estructuras débiles, afligidas por problemas relativos a la calidad de los inscriptos y de los dirigentes, y resultaron menos atrayentes que otras organizaciones no directamente creadas con fines políticos como las asociaciones culturales (Dante Alighieri), el Dopolavoro y las asociaciones deportivas.

Los mecanismos de creación de consenso en el Brasil están constituidos por factores internos y externos. Los primeros se remontan a la obra de proselitismo efectuada por las autoridades consulares italianas y al compromiso financiero de la elite empresaria local; los segundos, al prestigio de Italia en el plano internacional (y consecuentemente a su prestigio en relación con los gobiernos sudamericanos). Estas fuerzas empujan a los italianos a reconocerse en el fascismo, desmintiendo la tesis (a menudo propuesta en estudios anteriores) de la indiferencia o, como mucho, del “cuasi fascismo” de nuestros compatriotas.

La síntesis y expresión del consenso son la
prensa de las colectividades (Il Piccolo y Fanfulla) -que pasa rápidamente a apoyar el régimen de Mussolini- y las nuevas formas de sociabilidad: desde las celebraciones cívicas hasta los “funerales fascistas” y las colectas de dinero para la patria lejana (incluso el oro de las alianzas nupciales).

Tanto los fascistas locales como el gobierno de Roma son filogubernamentales y muy cautos en sus relaciones con los movimientos filofascistas opositores o sin cargos ministeriales. Sin embargo, a diferencia del Perú y la Argentina, en el Brasil hay, por parte de los italianos de la segunda generación y del ministro del Exterior Galeazzo Ciano, una incauta, si bien breve, apertura de crédito hacia un prometedor partido “hermano”, la Ação Integralista Brasileira de Plínio Salgado.

Con respecto a los dos eventos clave que influencian el consenso al fascismo en América del Sur, el caso brasileño muestra, por un lado, el efecto de arrastre de la guerra de Etiopía, que lleva a la cima la adhesión al régimen de Mussolini entre los italianos y, por el otro, el efecto negativo de la Guerra Mundial, que muestra al Brasil alineado con las potencias aliadas y el inicio de medidas restrictivas hacia las asociaciones y las propiedades de italianos.



La ruta peruana


El segundo artículo, a cargo de Luigi Guarnieri Calò Carducci, está
dedicado al Perú. En este país, el número de italianos era escaso pero constituía un lobby potente: el Banco Italiano de Lima era de hecho el más importante del país y sus financiamientos eran decisivos para el gobierno. Sin embargo, la diplomacia italiana nunca parecía suficientemente satisfecha por el patriotismo de nuestros compatriotas. El Ministerio de Asuntos Exteriores tenía la intención de utilizar a los italianos in loco con fines políticos y comerciales.

En realidad, a
diferencia de lo que ocurrió en el Brasil y en la Argentina, en el Perú este objetivo parece efectivamente alcanzado. Ventas de armamentos, la instalación de una fábrica aeronáutica (la Caproni) y el envío de una misión de policía delinean un éxito sustancial de Italia en el Perú y una sintonía con el gobierno del general Óscar Benavides, en el poder desde 1933 a 1939 (cuya política social es financiada por Gino Salocchi, director del Banco Italiano).

Por otro lado, cuando los fascistas
italianos promueven una campaña contra las sanciones a causa de la guerra de Etiopía muestran, a su vez, que saben utilizar el vínculo con la madre patria para proteger sus propios intereses, presentándolos sobre todo como intereses del Perú. Las empresas italianas eran parte integrante de la economía peruana. Al estar presentes en sectores estratégicos como el de la electricidad, no podían permitir la interrupción del comercio de importación y exportación con la península.

Al mismo tiempo, el
gobierno italiano, en esta ocasión, utilizó la hostilidad peruana hacia la política de la Sociedad de las Naciones, entendida como una política eminentemente europea y ligada a los intereses de las potencias coloniales, y de esta manera favoreció una identificación entre Italia, “nación proletaria”, y el Perú, cuyos límites territoriales estaban amenazados por las pretensiones colombianas. La diplomacia y los fascistas italianos se mostraron, en esta y en otras ocasiones, rigurosamente filogubernamentales. Ambos dirigieron su atención al presidente Óscar Benavides y no al fascistoide partido de la Unión Revolucionaria.

En el Brasil, en cambio, como hemos dicho,
hubo cierta incertidumbre con respecto a qué caballo apostar: si por el presidente Getúlio Vargas (1930-1945) o por el Partido Integrista de Plínio Salgado. En el caso del Perú, seguramente en las elecciones de Roma se puso en juego la variable geopolítica. A diferencia del Brasil, aquí Italia competía, o se ilusionaba con competir, directamente con los Estados Unidos, y pensaba que el statu quo le aseguraba una posición favorable en un futuro combate sobre el Pacífico y sobre los pozos petrolíferos de Talara.

También el Perú de 1941 comenzó a adoptar medidas que limitaban la libertad de acción de los fascistas y en 1942 chocó con los intereses italianos en el país; nada que se pueda comparar con medidas adoptadas en el Brasil, mucho más dañinas para la libertad y para los intereses italianos (cierre de escuelas y asociaciones, requisición de propiedades, prohibición de hablar italiano).


La ruta argentina


En el tercer artículo, Eugenia Scarzanella delinea los contornos del fascismo en la Argentina. El tema del consenso es analizado a través de la biografía de un importante empresario privado, Vittorio Valdani, financista de la prensa fascista y representante del Estado. Su figura, como la de otros grandes y medianos industriales italianos, representa el nexo entre la colectividad fascistizada y el gobierno local.

A diferencia del banquero Gino Salocchi en el Perú o del poderoso industrial Francesco Matarazzo en el Brasil, Vittorio Valdani es realmente aquel “príncipe mercader” que Luigi Einaudi había deseado para conducir el Ejército pacífico de nuestra emigración al Río de la Plata. Lo que resulta interesante no es que haya sido filogubernamental como sus homólogos en los otros dos países, sino su capacidad de establecer buenas relaciones con gobiernos ideológicamente distintos y opuestos: desde los radicales en los años veinte y los conservadores en los años treinta, hasta el peronismo de la segunda posguerra.

En las manos de Valdani no sólo está la llave de la relación con la clase dirigente local, sino también el principal instrumento de fascistización de la colectividad italiana: el periódico Il Mattino d’Italia. El consenso al fascismo debe ser valuado con respecto al periódico y a su indudable éxito; no se puede expresar una opinión sobre la difusión del fascismo en la Argentina considerando sólo la adhesión a los Fasci.

Sin
embargo, esta importante fuente ha sido hasta hoy descuidada por todos los que se han ocupado del tema. A través del periódico fascista, es posible reconstruir los mecanismos de formación de una sociabilidad fascista, que consistía en bailes y representaciones de teatro, espectáculos deportivos, ritos cívicos y conmemoraciones, “comidas de camaradería”, colonias de vacaciones, cruceros, etcétera. Una frondosa red de ocasiones para encontrarse incluso para quien no participa directamente en la Argentina o en los países vecinos (donde se distribuye el periódico). Las páginas del periódico demarcan los límites de una geografía ideal, de una “comunidad imaginada” que da forma a una pequeña patria.

Como se dijo al comienzo, el patriotismo italiano no es una alternativa a aquel que los inmigrantes y sus hijos le deben a la nación anfitriona. Las páginas de Il Mattino d’Italia muestran cómo durante los eventos clave de la guerra de Etiopía y de la Guerra Mundial (aquí hay que agregar la guerra de España) los fascistas de la Argentina son un componente nacional, no un cuerpo extraño.

Quizá el caso argentino
tiene una peculiaridad propia debido a la actitud particular del país sudamericano en relación con los Estados Unidos y a la decisión de mantenerse neutral por un tiempo y declararle la guerra al Eje recién en marzo de 1945. Por lo tanto, los fascistas de la Argentina no sólo no fueron perseguidos ni vieron limitada su libertad de acción, sino que, incluso, supieron mantenerse a flote en los momentos de cambio de régimen y convertirse en portavoces de un proyecto de modernización capaz de superar la muerte de Mussolini y el fin del fascismo.

Tal vez más que en
la breve estadía en Italia en vísperas del segundo conflicto mundial, Perón se inspiró en las páginas del periódico fascista de Buenos Aires para gobernar el país y, sobre todo, para adoptar una retórica.


Diálogo epistolar con Mussolini


En el cuarto artículo, Camilla Cattarulla extrae de las páginas del periódico financiado por Vittorio Valdani un valioso idéntikit de los fascistas italianos en la Argentina.

La confirmación de que el periódico
es una fuente indispensable para comprender la sociedad argentina de los años treinta se puede observar en un singular referéndum, lanzado en 1933, en el que se solicitaba a los lectores una respuesta a la pregunta “¿Qué le diría usted a Mussolini si tuviese la oportunidad de hablarle?”.

Los lectores agregan fichas informativas que esbozan breves e interesantes autobiografías. Descubrimos así que entre los fascistas que escriben (casi 44.000) no sólo hay muchas mujeres (quizá argentinas devenidas fascistas debido al matrimonio con italianos), sino también representantes de casi todas las clases sociales y categorías profesionales. El referéndum es el espejo de un consenso difundido, que une “la utopía americana” con la de la “Italia nueva”.

De hecho, los fascistas de
la Argentina no piensan en volver al país de origen, sino en practicar el fascismo en Sudamérica. En este sentido son y se sienten totalmente argentinos (o también bolivianos, chilenos, uruguayos, paraguayos y brasileños, como muchos de los lectores que escriben), aunque procuran mantener una identidad propia y separada a través de la lengua (ya no sin embargo el dialecto, sino un italiano bastante prolijo).

El orgullo de la lengua está ligado al orgullo por el papel internacional de Italia, sancionado en 1933 por la firma del “Pacto de los Cuatro”. Se confirma así la importancia del prestigio de Italia como fuente de consenso, prestigio avalado por voces autorizadas del panorama intelectual sudamericano que certifican el rol de “genio” de Mussolini.

La legitimación de ser fascista deriva también del éxito mismo de la iniciativa de Il Mattino d’Italia y de sus resonancias en los principales diarios argentinos, en particular en el prestigioso La Nación. Muchos reconocidos intelectuales argentinos de la denominada corriente “nacionalista”, cuyos artículos son publicados regularmente en el periódico, le atribuyen al fascismo italiano una patente de dignidad ideológica y cultural.


Intelectuales e identidad

En el quinto artículo Vanni Blengino busca entre las páginas de Il
Mattino d’Italia justamente estos vínculos entre el fascismo italiano y el nacionalismo argentino, y analiza temas y estilos culturales que transitan en dos direcciones: desde el periódico a la cultura argentina de la época, y viceversa.

Los intelectuales argentinos que colaboran en el periódico pertenecen a distintas corrientes. El fascismo italiano en la Argentina tiene que enfrentarse con las preocupaciones de los nacionalistas que temen la presencia cultural extranjera porque la ven como un obstáculo para la pureza de la identidad argentina.

Por lo tanto, Il Mattino d’Italia
invita a colaborar, junto a los nacionalistas como Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones, a escritores y ensayistas como Gabriela Mistral o Victoria Ocampo, que exaltan la relación entre la cultura italiana y la americana. Uno de los más asiduos colaboradores del periódico es Manuel Gálvez, que ofrece, con la “tradición romana”, la llave para valorizar el componente italiano de la cultura argentina, un componente antitético a la tradición hispánica, privilegiada por los nacionalistas más encendidos.

Además del diálogo cultural “alto” con la sociedad argentina, existe también uno “bajo”, que hace hincapié en la cultura popular. Il Mattino d’Italia es un periódico moderno, con muchas páginas, fotografías y secciones dedicadas a la moda, a los espectáculos, a los deportes y a la gastronomía. El orgullo de los fascistas de la Argentina recuperaba y ofrecía a la nación sudamericana, como patrimonio común, una tradición hace tiempo despreciada, hecha con recetas simples y con buen vino; una expresión, según se afirmaba, de la “civilización de la raza blanca”.

En un periódico popular, la crónica tenía naturalmente un gran espacio y era el instrumento para alimentar los estereotipos e instaurar prejuicios, desde la equiparación de los judíos con los traficantes de blancas hasta la de los anarquistas con asesinos y bandidos.

La crónica local mantenía siempre abierta la polémica con los periódicos rivales (en lengua italiana o española). Un caso curioso, descubierto por Blengino, ilustra de modo grotesco el enraizamiento del fascismo en la Argentina y las tensiones que provoca. Se trata de una polémica (que nos recuerda los intentos recientes de asignarle una ascendencia sardo-italiana a Perón) (7) que involucra a Il Mattino d’Italia y a un periódico antifascista, Crítica, sobre el presunto origen argentino (sostenido por el último y negado naturalmente por el primero) de Mussolini.

Los fascistas que en el referéndum de 1933 habían auspiciado también para la Argentina la consolidación de un Mussolini local que dirigiese el país eran ridiculizados en cierto sentido por Crítica mediante un presunto origen autóctono (sobre todo ilegítimo y, también aquí, es obvio pensar en Perón) del mejor producto político italiano de exportación, el Duce.

También el último artículo nos recuerda que la guerra ha sido un evento clave para determinar la suerte de los fascistas de más allá del océano. El orgullo patriótico fue seguido, tanto en la Argentina como en los otros dos países, por la humillación de la derrota. La caída del fascismo y el armisticio fueron una triste desmentida de la “vanidad nacional”.

Sin embargo, los fascistas en América del Sur no desaparecieron, ni perdieron su prestigio. Como escribió Paolo Vita Finzi, un exiliado antifascista en la Argentina, polemizando con Gino Germani: “Ni Germani ni yo habíamos previsto que muchísimos italianos iban a resolver el problema del modo más elegante: negando simplemente, con faccia freschissima y contra cualquier evidencia, haber sido fascistas alguna vez” (8).

No desapareció tampoco la ideología corporativa, la retórica antiestadounidense, la desconfianza en la democracia y el culto del jefe que estos italianos habían profesado, y que se fundieron con otras ideologías en la retórica y en la praxis de los sucesivos populismos.



NOTAS:
(1) Mario Appelius, “I fasci all’estero”, en Il Mattino d’Italia, 18 de octubre de 1930.
(
2) Para los primeros véase Stein Ugelvik Larsen (ed.), Fascism Outside Europe: The European Impulse Against Domestic Conditions in the Diffusion of Global Fascism, Nueva York, Columbia University Press, 2001; para los segundos, la bibliografía en este volumen y J. F. Berthona (ed.), “Emigrazione e politica estera: la ‘diplomazia sovversiva’ di Mussolini e la questione degli italiani all’estero, 1922-1945”, en Altreitalie, núm. 23, julio-diciembre de 2001, pp. 39-61.
(
3) Sandra McGee Deutsch, Las derechas. The Extreme Right in Argentina, Brazil and Chile 1890-1939, Stanford, Stanford University Press, 1999, p. 1 [trad. esp.: Las derechas. La extrema derecha en la Argentina, el Brasil y Chile 1890-1939, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2005]. (4) Marcello Saija (coordinador científico nacional), “Il fascismo e le collettività italiane nelle Americhe. Uno studio su nazionalismo e identità nazionale”, COFINMIUR, 2000- 2002.
(
5) Véase Eugenia Scarzanella y Angelo Trento, “L’immagine dell’America latina nella pubblicistica fascista”, en Agostino Giovagnoli y Giorgio Del Zanna (eds.), Il mondo visto dall’Italia, Milán, Guerini e Associati, 2004. (6) Sobre México apareció recientemente el volumen de Franco Savarino, México e Italia: política y diplomacia en la época del fascismo 1922-1942, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2003. (7) Peppino Canneddu, Juan Perón, Giovanni Piras: due nomi una persona, Cagliari, Edizioni storiche, 2003. (8) Alberto Indelicato, “Una rivista anomala dell’esilio. Il ‘Domani’ di Paolo Vita Finzi”, en Nueva Storia Contemporanea, año 2, núm. 4, julio-agosto de 1998, p. 450.


OTRAS LECTURAS RECOMENDADAS:

Ni gringos ni indios, de Eugenia Scarzanella, estudia distintos aspectos de la “cuestión criminal”, desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La transformación de la imagen del inmigrante, de la simpatía inicial por los extranjeros, juzgados trabajadores y ahorrativos, al rechazo y la desconfianza; los proyectos para resolver la “calidad y la cantidad” de la población; los indios, nativos marginales excluidos de los proyectos de Nación. (UNQ. 2007)


Mujeres y naciones en América latina. Problemas de inclusión y exclusión, de Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella trata aspectos políticos, sociales e ideológicos sobre la vinculación entre los estados-nación, una instancia pública por antonomasia, y las mujeres, relegadas tradicionalmente a la esfera privada. (Iberoamericana, 2001)



Entrevista realizada por Moira Soto a la autora de La inmigración fascista en la Argentina (Siglo XXI, colección Historia y Cultura, 2007), Federica Bertagna, historiadora italiana, amante del fútbol, de la carne y el buen vino, que encontró la forma de hacer pie en Argentina, el lugar donde las cosas de sus amores abundan: investigó en las rutas de la inmigración fascista a nuestro país y devela algunas perlas como el Movimiento Italiano Femenino, que por cada mujer contaba con un cura. Suplemento Las/12, 16 de noviembre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chicas! muy interesante su blog!
Las puedo linkear en el mío?
Soy amber de pseudoghetto.
Saludos!!!

http://amberwal.wordpress.com

Minarg dijo...

psudoghetto y tu página son muy bienvenidos,

gracias x enlazarnos!!

saludamos especialmente a Virginia y a Yoda, quien todo lo pega

minarg


"La cultura es mucho más rica cuando más mezclada está; los países mestizos tienen ventajas sobre los más homogéneos porque es la diversidad la que nos enriquece. La cultura no puede ser única ni cerrada, pues hay una polinización que ha venido del lejano Oriente, al Oriente próximo, y de ahí a Occidente. La literatura, por ejemplo, se mueve por las autopistas del viento."
(Juan Goytisolo, Barcelona)